0. La Imaginación

Imagínalo por un instante. Hace sol, temperatura agradable. Tus pies van descalzos caminando sobre la arena mojada de la playa. Hay un suave y ligero olor á salitre. La brisa roza tu pelo suelto. Caminas a un ritmo lento, al igual que lo hacen las olas que se acercan a bañar tus pies. La playa es larga, de arena fina. Hay muy poca gente. Y por delante tuya ves corriendo suelto, brincando, muy alegre, muy contento, saltando las olas y viviendo al máximo esa escena tu perro. Sientes su libertad como si fuese tu propia libertad. Caminas como si el tiempo fuese una medición relativa para ti sin mayor sentido, y sientes que tus pulmones se llenan de un calor muy difícil de explicar pero fácil de sentir. Sin preocupaciones. Tu cuerpo va liviano. Tu mente también. Sin cargas. Vaya pasada de momento, ¿no? No sé dónde está tu cabeza ahora mismo pero la mía sí que está ahí. Es curioso, porque es algo que no he vivido nunca, pero tengo esa imagen muy fresca en mi cabeza. Es como una especie de recreación, una mezcla, una fusión de tantas experiencias que yo he vivido sola caminando por la playa sintiendo algo parecido a lo que quiere hacerme sentir esa especie de recuerdo inventado por mi cabeza, pero evidentemente en todas ellas no había perro. Lo que ha hecho mi cabeza ha sido añadir la figura del perro a ese momento fantástico, e imaginarme que eso sería como lo máximo, el culmen. Escenas como esa tengo varias en mi cabeza. Siempre comparten factores en común: suelen ser espacios naturales muy inspiradores, como no podía ser de otra forma en Galicia; mi perro suelto caminando con total libertad y yo despreocupada al 100%. Así me imaginaba yo la vida con mi perro. Me imaginaba paseos en libertad por preciosos entornos que nos rodean. Eso era lo único que tenía en mi cabeza, era la única expectativa que yo tenía ahí. Y en ese momento lo que yo me creía era que bueno, que tampoco estaba pidiendo tanto, ¿no? Que simplemente pedir que un perro pudiese ir a su bola, que supiese gestionar encuentros con otros perros y que fuese "normal". Entiéndase que estoy diciendo normal haciendo el gesto de las comillas con los dedos. Pues que pensar que eso era normal era lo normal, ¿no? Mmmm no. Con Pirlo, no. Nosotros vivimos en en una zona rural. Así que, bueno, yo empecé a a leer e informarme muchísimo, muchísimo antes de la llegada de pilo a casa. Iba a ser el primer perro que educase yo misma y quería hacerlo bien desde el minuto cero. Bueno, para ser sinceros. No es que quisiera hacerlo bien. Quería hacerlo perfecto. Y pretendía que todo saliese perfecto. Como si, como si esto fuese igual que preparar una empanada ¿no? Tú buscas la receta, te la lees muy bien, prestas muchísima atención y replicas el paso a paso exacto. Exacto. Sin salirte de la línea, coloreando bien por dentro. Y hombre, maloserá que siguiendo las instrucciones, pues no te salga una empanada buena ¿no? Sobretodo si eres una persona que tiene dos dedos de frente, como me creía que los tenía yo. Así que con esto fue como, llegó Pirlo a nuestras vidas en mayo de 2021.Pero vayas sorpresa, que ni salió todo perfecto ni mi perro se parece lo más mínimo a una empanada.